Resaltan la importancia de probar distintas dietas en el manejo dietético exitoso de la enteropatía crónica canina

El término enteropatía inflamatoria crónica (EIC) se define como la presencia de signos de enfermedad gastrointestinal que persisten durante más de 3 semanas y están relacionados con la inflamación intestinal. Se deben excluir otras causas extra e intraintestinales. 

Se cree que la causa es una interacción compleja de la genética, el microbioma y el sistema inmunológico. Una vez que se ha confirmado la presencia de inflamación gastrointestinal, los perros se clasifican retrospectivamente como enteropatía sensible a los alimentos (FRE), enteropatía sensible a los antibióticos (ARE), enteropatía sensible a los inmunomoduladores (IRE), también conocida comúnmente como enteropatía sensible a los esteroides, o enteropatía no sensible (NRE) según su respuesta a las terapias prescritas.

En última instancia, la mayoría de los perros responden solo a la dieta. Este también es el caso en perros que han tenido intentos dietéticos fallidos previos. No obstante, pocos estudios han investigado el resultado a largo plazo en perros con enteropatía inflamatoria crónica. 

En comparación con la enteropatía sensible a los alimentos, el pronóstico a largo plazo es peor en la enteropatía sensible a los inmunomoduladores y la enteropatía sensible a los antibióticos. La necesidad de tratar a los perros con enteropatía inflamatoria crónica con antibióticos se cuestiona cada vez más debido a los malos resultados a largo plazo y las crecientes preocupaciones sobre la alteración a largo plazo del microbioma intestinal y la salud pública. A su vez, un «enfoque de reducción gradual» (que implica tratar inicialmente con dieta y terapia médica y luego reducir gradualmente los medicamentos concurrentes mientras se mantiene la dieta) se ha discutido brevemente, pero no se ha evaluado sistemáticamente.

Por lo tanto, los objetivos de un trabajo realizado en Suiza fueron investigar la validez del concepto de categorización inicial en la enteropatía sensible a los alimentos, enteropatía sensible a los inmunomoduladores, enteropatía sensible a los antibióticos y enteropatía no sensible cuando los perros fueron reevaluados al menos 1 año después del diagnóstico de enteropatía inflamatoria crónica.

60 PERROS CON EDAD MEDIA DE 5 AÑOS 

Un total de 60 perros cumplieron con todos los criterios de inclusión. La información se recopiló mediante entrevistas telefónicas en 52/60 casos y mediante cuestionarios en 8/60 casos. La edad media fue de 5 años.

Se recopiló información clínica de los registros y propietarios desde el momento del diagnóstico (T D), el momento de la respuesta inicial (T IR) y al menos 1 año después del diagnóstico (T ≥1y). El cambio de categoría se definió como un cambio entre grupos.

El índice de actividad de la enfermedad en el T D fue 9 y se redujo significativamente a 1 en el T ≥1y. En el T IR, los perros se categorizaron como: enteropatía sensible a los alimentos 27/60 (45 %), enteropatía sensible a los inmunomoduladores 30/60 (50 %), enteropatía sensible a los antibióticos 0/60 (0 %), enteropatía no sensible 3/60 (5 %). A su vez, 17 de 27 perros con enteropatía sensible a los alimentos habían tenido previamente al menos una prueba de dieta fallida. 

Los autores descubrieron que en T ≥1y, la categorización cambió a enteropatía sensible a los alimentos en 44/60 (73 %), enteropatía sensible a los inmunomoduladores en 14/60 (23 %), enteropatía sensible a los antibióticos en 0/60 (0 %) y enteropatía no sensible en 2/60 (3 %). Así, comentan que “encontramos que el 40 % de los perros cambiaron el grupo de enteropatía inflamatoria crónica al que fueron asignados según su respuesta inicial a la terapia y el cambio más común fue de enteropatía sensible a los inmunomoduladores a enteropatía sensible a los alimentos (79 %)”.

En consecuencia, consideran que este estudio proporciona más evidencia de que los perros aún pueden responder a la dieta incluso después de un segundo o tercer ensayo. “Varios estudios han demostrado que a menudo se necesitan más de un ensayo de dieta antes de declarar que un perro no responde a la dieta”, indican. 

NINGÚN PERRO EN GRUPO DE ANTIBIÓTICOS 

Por otro lado, dado que a lo largo del estudio ningún perro fue asignado al grupo de enteropatía sensible a los antibióticos, “creemos que los antibióticos no deben considerarse para la enteropatía inflamatoria crónica en perros, ya que tienen efectos disruptivos en el microbioma, pueden conducir al desarrollo de resistencias bacterianas incluso con administraciones a corto plazo, lo que es un problema de salud pública”.

Ante los hallazgos obtenidos, los investigadores sugieren que después de la categorización inicial de enteropatía inflamatoria crónica, los perros deben ser reevaluados en las visitas de seguimiento, reconociendo que pueden cambiar de categoría con el tiempo, especialmente si la categorización inicial fue enteropatía sensible a los inmunomoduladores o enteropatía no sensible. 

En este estudio, la categoría más prevalente después de un mínimo de un año fue la enteropatía sensible a los alimentos. El cambio más grande observado fue un cambio de enteropatía sensible a los inmunomoduladores a enteropatía sensible a los alimentos. Es posible, señalan, que, si los dueños de los perros hubieran permitido múltiples pruebas dietéticas, entonces más perros clasificados inicialmente como enteropatía sensible a los inmunomoduladores podrían clasificarse como enteropatía sensible a los alimentos. “Mostramos que después de pruebas dietéticas iniciales infructuosas, aún es posible una respuesta positiva, también en perros mayores”. 

A su vez, también es concebible que se produzcan cambios adicionales en el esquema de clasificación cuando se realice un seguimiento durante un tiempo más prolongado. Además, el resultado a largo plazo en perros con enteropatía inflamatoria crónica “fue generalmente bueno en nuestro estudio”, y suponen que esto “se debe a nuestro enfoque terapéutico escalonado modificado que resultó en que ninguno de los perros fuera categorizado como enteropatía sensible a los antibióticos”. Sin embargo, matizan que se necesitan más estudios de diferentes instituciones para validar los hallazgos.