La resonancia magnética (MRI) se considera una modalidad de imagen relativamente segura. Sin embargo, las complicaciones relacionadas con los exámenes de resonancia magnética se informan con más frecuencia en pacientes humanos que en pacientes veterinarios. La complicación más común durante los exámenes de resonancia magnética en medicina humana es la lesión por quemadura térmica inducida por radiofrecuencia (RF).
Las agencias de salud del Reino Unido y Estados Unidos informaron que las quemaduras por RF representan aproximadamente el 50 % de todos los accidentes de resonancia magnética. Estas quemaduras por RF pueden estar relacionadas con el contacto con objetos conductores (p. ej., cierta ropa), contacto piel con piel (p. ej., pliegues de la piel o extremidades en contacto con el cuerpo) o piel en contacto en orificios.
La gravedad informada de las quemaduras varía desde quemaduras de primer grado (de espesor superficial), en las que solo se ve afectada la epidermis, hasta quemaduras de segundo grado (de espesor parcial), en las que se afecta la epidermis y parte de la dermis, y de tercer grado (de espesor total), quemaduras donde se destruyen la epidermis y la dermis. Al examinar al paciente antes del examen de resonancia magnética para identificar objetos conductores y al colocar cuidadosamente al paciente durante el examen de resonancia magnética, se pueden evitar las quemaduras por RF.
SHAR-PEI CON SOSPECHA DE ENFERMEDAD EN LA MEDULA ESPINAL
Aunque los técnicos, neurólogos y radiólogos que utilizan exploraciones clínicas por resonancia magnética para pacientes veterinarios pueden ser conscientes de las complicaciones reportadas en medicina humana, hasta donde sabemos, no existen informes previos en medicina veterinaria sobre quemaduras por RF relacionadas con resonancia magnética en casos clínicos.
Un informe de caso realizado por investigadores de Países Bajos y Reino Unido ha documentado la aparición de una lesión por quemadura por radiofrecuencia en un perro Shar-Pei al que se le realizó un examen de resonancia magnética del cerebro y la médula espinal cervical.
Un perro Shar-Pei macho de 10 años de edad presentó antecedentes de letargo y tropiezos en la extremidad torácica izquierda de un día de evolución. Según los resultados del examen neurológico, se sospechó de una mielopatía C1-5 (lado izquierdo). Debido al letargo ambiguo no se descartó por completo una enfermedad intracraneal. Por lo tanto, se planificó un examen de resonancia magnética del cerebro y la médula espinal cervical.
Para la resonancia magnética, se colocó al perro en decúbito esternal, con las extremidades torácicas colocadas hacia atrás junto al tronco. Se colocaron dos botellas de agua tibia envueltas en una manta junto al abdomen del paciente y se cubrió al paciente con una manta.
La resonancia magnética mostró una compresión extradural severa de la médula espinal al nivel del disco intervertebral C3-C4, lateralizado hacia el lado izquierdo del canal espinal. Se diagnosticó extrusión de núcleo pulposo hidratado. Además, se encontró una pequeña protrusión del disco intervertebral C4-C5, sin compresión de la médula espinal. El examen de resonancia magnética del cerebro no tuvo nada especial.
Varias horas después de la resonancia magnética, el dueño notó una bolsa llena de líquido subcutáneo en la axila izquierda del perro, que desapareció en los días siguientes. Cuatro días después de la resonancia magnética, el perro acudió al servicio de urgencias con una quemadura cutánea de espesor parcial grave, y siete días después de la resonancia magnética se notó una segunda quemadura cutánea de espesor parcial menos grave en el otro perro. axila. Se interrogó minuciosamente al propietario y se examinaron los procedimientos realizados. No se identificaron otros procedimientos o circunstancias que pudieran haber resultado en quemaduras. En consecuencia, las lesiones por quemaduras térmicas se diagnosticaron como quemaduras inducidas por radiofrecuencia relacionadas con la resonancia magnética.
CICATRIZACIÓN POR SEGUNDA INTENCIÓN
Después de que los veterinarios discutieran con el propietario las opciones de tratamiento para las quemaduras de la piel, se eligió un tratamiento conservador (no quirúrgico). Se dejó que las quemaduras sanaran por segunda intención durante las siguientes semanas, con revisiones periódicas con vendajes y apósitos con sulfato de plata.
El propietario seguía notando signos de dolor en el perro a pesar del uso de meloxicam y gabapentina. Para mejorar la analgesia, se prescribió tramadol a 2 mg/kg cada 8 horas durante 1 semana además de meloxicam y gabapentina. Después de 1 mes, ambas quemaduras en la piel casi sanaron y no fue necesario realizar más seguimiento. Se suspendió el meloxicam y la gabapentina en un periodo de 3 semanas. La cantidad de actividad física aumentó lentamente durante un período de 1 mes. En el seguimiento telefónico 3 meses después de la consulta inicial, el propietario no informó anomalías en la marcha ni dolor y la piel se había curado casi por completo.
En este caso, los autores han comentado que el paciente era de una raza de perro conocida por su piel suelta y gruesa con pliegues cutáneos prominentes. Además, el paciente tenía pelaje fino en las axilas. Las características de la piel y el pelaje, junto con la posición del paciente durante el examen de resonancia magnética, “hacen probable que se haya producido contacto piel con piel entre los pliegues de la piel de las axilas”. No hubo contacto entre el perro y los objetos conductores.
Con base en estos datos, “llegamos a la conclusión de que las quemaduras térmicas reportadas en nuestro paciente deben ser quemaduras térmicas por radiofrecuencia por contacto piel con piel”. También “es posible que la piel gruesa del Shar-Pei y sus características histológicas y moleculares predispongan a esta raza a sufrir quemaduras térmicas por radiofrecuencia”.
Aunque matizan que es “simplemente una teoría”, proponen “monitorear cuidadosamente a los perros de esta raza sometidos a estudios de resonancia magnética para detectar lesiones por quemaduras térmicas por RF y tomar medidas preventivas”.
“Las quemaduras térmicas inducidas por radiofrecuencia relacionadas con la resonancia magnética pueden ocurrir en perros sometidos a exámenes de resonancia magnética estándar”. Los veterinarios y técnicos “deben ser conscientes del riesgo potencial de esta complicación y tomar precauciones para evitar que ocurra, e inspeccionar cuidadosamente a los pacientes (en riesgo) después de los estudios de resonancia magnética para tomar las medidas adecuadas en caso de quemaduras”, concluyen.