En septiembre del 2020 un osezno americano negro fue llevado al Hospital de vida silvestre Janeth L. Swanson, en Ithaca, Nueva York, luego de ser atropellado por un coche. Pero lo que parecía un simple caso de rehabilitación y liberación, dio un giro inesperado cuando el pequeño oso resultó positivo a una extraña cepa de salmonella.
Kevin Cummings, quien estuvo a cargo del caso, se sorprendió al descubrir que la bacteria encontrada en el osezno jamás había sido aislada en animales de los Estados Unidos y, además, presentaba una fuerte resistencia a la mayoría de los antibióticos, entre ellos, aquellos utilizados para tratamientos de niños, adultos mayores y pacientes inmunocomprometidos.
Cummings, que colaboró con el Hospital Swanson entre mayo del 2018 y marzo del 2020 recolectando y estudiando muestras fecales de fauna silvestre incluidas aves, reptiles, mamíferos y anfibios, descubrió que, de 348 pacientes, el 1.4 % eran positivos a salmonella.
Esta bacteria, capaz de infectar ganado, mascotas, animales salvajes y humanos, suele adquirirse por el consumo de productos mal cocidos, o a causa de la contaminación cruzada por alimentos crudos. Lo anterior llevó a los investigadores a concluir que el osezno se habría infectado tras alimentarse con restos de comida humana sacados de la basura, recoge el estudio.
A pesar de que durante los siguientes meses no se tuvieron casos de salmonelosis en animales silvestres, una nueva ráfaga de infecciones por esta bacteria se presentó de manera intempestiva comprometiendo a un ganso, un puercoespín, un halcón de cola roja, dos búhos y dos águilas calvas. Debido a esto, los médicos procedieron a realizar pruebas adicionales que arrojaron la presencia de salmonella en algunos equipos y suelos del hospital.
Para abordar la situación, se ajustaron de inmediato los protocolos intrahospitalarios, se consultaron especialistas en control de infecciones y se puso en marcha un plan riguroso de desinfección llevado a cabo con total éxito. Y a pesar de que esta historia tuvo un final feliz, pues ni humanos ni animales resultaron afectados, los autores aseguran que aún hay mucho camino por recorrer en lo que respecta a la investigación de salmonella, pues la incidencia de esta enfermedad no ha disminuido prácticamente nada en los últimos 25 años. Aunado a esto, es sumamente importante llevar una vigilancia epidemiológica constante y continuar reforzando la colaboración entre la salud pública y animal con la finalidad de reducir riesgos.